“Trabajar con niños es muy reconfortante y bonito: ellos aprenden de nosotros, pero nosotros también de ellos”
Virginia Bejarano es una psicóloga infantil enamorada de su trabajo, que cada día ayuda a multitud de niños a superar sus problemas de conducta. Hablamos con ella para que nos cuente cómo es su día, qué significa para ella trabajar con niños que tienen dificultades y por qué es importante actuar desde edades muy tempranas. También nos da las claves para que el resto de la sociedad colaboremos en su proceso de integración.
¿Cuándo y por qué decidiste especializarte en los trastornos infantiles de conducta?
Siempre me han gustado mucho los niños: son divertidos, cariñosos, te transmiten ternura y te lo dan todo a cambio de muy poco. Me formé y empecé en el mundo de la Psicología Clínica en general, pero siempre desde una perspectiva del análisis de la conducta, que es un tipo de intervención con evidencia científica, con respaldo de multitud de investigaciones. Pero, de repente, me surgió la oportunidad de empezar a trabajar con un peque que tenía dificultades (en concreto un trastorno de lenguaje y algún rasgo dentro del espectro autista). Me llenó de vida, me sentí útil, pude ver cómo es posible enseñarles muchísimo, conceptos o habilidades que no están aprendiendo de forma “natural” y cómo tú puedes ser partícipe de todo ese aprendizaje.
¿Cuáles son los trastornos con los que trabajas más a menudo?
Trastorno del Espectro Autista (TEA), trastornos del lenguaje, dificultades de aprendizaje en general y problemas de conducta, sin necesidad de que haya ningún trastorno asociado.
¿Por qué es importante detectarlos cuanto antes? ¿Qué papel juega la familia en los tratamientos?
Los niños pequeños son “esponjitas”, es sorprendente cómo son capaces de absorber una cantidad ilimitable de conceptos sin que apenas nos demos cuenta. Por lo tanto, es muy importante empezar a trabajar en cuanto se detecte alguna dificultad en su desarrollo. Los niños que no tienen dificultades siguen aprendiendo cada segundo del día, de cada interacción, de cada experiencia, de todo lo que observan… y se van distanciando cada vez más de niños que sí que están teniendo dificultades y que no están aprendiendo de su entorno. Por eso es fundamental una intervención lo más temprana posible y lo más intensiva posible: porque los demás niños están aprendiendo de forma intensiva en su día a día.
La familia juega un papel clave, como en cualquier niño, con o sin dificultades. Si su mamá o su papá puede implicarse todo lo posible, interiorizando las pautas que le va dando el profesional, favoreciendo aprendizajes, dándole oportunidades permanentemente para que el niño ponga en práctica lo que ha aprendido con el profesional, se apreciarán avances mucho más rápido en ese pequeñín.
¿Y los demás? ¿Podemos hacer algo para facilitar la integración de estos niños?
¡Claro! ¡Mucho! Educar y concienciar a nuestros hijos de la diversidad, el respeto, la ayuda que todos nos podemos ofrecer; permitiendo el acceso a niños con dificultades a multitud de situaciones sociales. Entender que algunas cosas pueden resultar difíciles para algunos niños (por ejemplo, entornos con mucho ruido pueden poner nervioso a un niño con autismo y puede gritar y taparse los oídos; o las esperas en un restaurante o en una consulta médica pueden provocar también conductas inadecuadas. Pero no quiere decir que tenga que “vivir con eso” si no que son situaciones que el profesional tiene que trabajar de forma controlada y progresiva, dotándole de estrategias para afrontarlas con éxito.
¿Qué supone para ti trabajar con niños?
Es muy reconfortante y bonito, aunque a veces sea también duro o difícil. Cada niño es un nuevo reto, nuevos aprendizajes. Ellos aprenden de nosotros, pero nosotros también de ellos.
También trabajas con adultos, ¿qué haces con ellos?
Fundamentalmente ahora trabajo con las familias porque es importante que participen de los aprendizajes de su hijo o hija. Tendría poco valor que un niño aprenda a pedir sus necesidades en el contexto de enseñanza, o aprenda a atarse los cordones, y que luego no ponga en prácticas estas habilidades con los papás.
Pero el análisis de conducta (ABA) es una ciencia que se aplica a cualquier persona, independientemente de su edad, cultura, o que tenga o no tenga un trastorno. Todos aprendemos porque ocurre algo en nuestro ambiente, seguimos comportándonos de determinada manera en una situación concreta porque obtenemos consecuencias.
¿Qué es lo que más te gusta de tu trabajo? ¿Y lo que menos?
Me encanta cuando un peque me da un abrazo, me reconoce cuando me ve, cuando me nombra, cuando veo que disfruta aprendiendo. Sentir que hemos superado alguna dificultad entre todos, entre el niño y los profesionales. Si un niño no aprende de una manera, el profesional tiene que seguir buscando el procedimiento con el que sí lo aprenda. También disfruto muchísimo dando formación, enseñando a otras personas o profesionales y desmitificando el autismo.
Lo que menos me gusta es que apenas haya ayudas, hay tanto que se podría hacer y tan pocos medios… muchas veces para que un niño pueda acceder a la educación intensiva que se merecería, las familias tienen que hacer grandes esfuerzos económicos y no es justo. Y tampoco es justo que haya familias que no lo puedan pagar: todos queremos darles a nuestros hijos el derecho a ser la mejor persona posible…