Aunque no había considerado dedicarse al deporte profesionalmente, tras pasar por distintos empleos Lorenzo encontró su vocación de la mano de su afición deportiva. Un camino que inició casi sin sospecharlo, consiguiendo algunas horas de trabajo, y finalmente lo llevó a un puesto en el que puede dedicarse con exclusividad a aquello que realmente le gusta: el hockey patín.
¿Qué es lo mejor de tu trabajo?
Lo mejor de mi profesión es que puedo ”ganarme” la vida haciendo la actividad que más me gusta, es decir, trabajo dedicándome a mi hobby. También considero importante trabajar al aire libre realizando una actividad deportiva y con niños, que es algo que me aporta mucho. Son las cosas con las que más disfruto en mi trabajo.
¿Cuándo y cómo supiste que te querías dedicar al hockey?
Realmente fue un poco por contactos, es decir, debido a los años que he estado ligado al deporte y especialmente al hockey patines (lo practico desde que tengo 5 años). Tras retirarme a los 25 años y sacarme el curso de entrenador, me fui a Barcelona donde estudié Marketing. Al acabar mis estudios estuve haciendo prácticas en una empresa que se dedicaba a la gestión de restaurantes y, acabadas estas prácticas, busqué un tipo de trabajo enfocado hacia el deporte. Fue entonces cuando me llegó la oferta, gracias a contactos en el mundo del hockey, para hacerme cargo de esta disciplina en un colegio. Y desde entonces, hace ya unos 6 años, hasta mi puesto actual como Director Deportivo de un club de hockey.
¿Cuáles son tus principales responsabilidades en este puesto?
Me encargo principalmente de implementar el Plan Deportivo que desarrollé al principio, además de intentar aumentar el nivel de los jugadores, formar entrenadores, evaluar a los equipos y planificar la temporada, entre otras responsabilidades. También sirvo de enlace entre la directiva y los padres, preparo los calendarios para los partidos del fin de semana y gestiono las fichas, sin olvidar que debo asistir a la Federación para estar presente en las eternas asambleas.
¿Cómo describirías un día de trabajo?
Cada día, llego al Pabellón y tengo una pequeña reunión con el entrenador, acerca de los ejercicios que realizará y los aspectos del juego que trabajará. Luego, llegan los padres (el primer entreno suele ser el de los más pequeños) y hablo con ellos sobre cómo evolucionan sus hijos, algo que siempre les interesa. Después, me calzo los patines y me uno al entrenamiento, siempre que los temas burocráticos (planificación de partidos, Federación, etc.) me lo permitan.
Una vez en el entreno, me centro en los jugadores, en los aspectos que tienen que mejorar, y realizo ejercicios con ellos, dado que una parte muy importante del Plan Deportivo que estoy desarrollando es la homogenización de la plantilla. Cuando hemos acabado los ejercicios, los jugadores se unen al resto del equipo y ahí me dedico a ser un auxiliar del entrenador, para optimizar las horas de entreno. Y así un equipo tras otro.
Evidentemente, no siempre puedo estar en la pista con los jugadores, cosa que me encanta y el verdadero motivo por el cual me dedico a esto. Hay días que me toca llamar a equipos rivales para cuadrar los partidos, llevar fichas a la Federación, actualizar y enviar las clasificaciones, preparar nuevos ejercicios o reunirme con los padres o con la directiva.
¿Qué es lo más difícil de tu actividad?
La gestión de los jugadores. Son niños, por lo que debemos tener mucho tacto a la hora de tomar decisiones. Las convocatorias y el diseño de los equipos se hacen duros también, dado que siempre hay una parte competitiva en los jugadores que es complicada de gestionar. Y muchas veces esa parte viene inculcada y potenciada por los padres. Esa situación lo hace aún más difícil.
¿Qué le dirías a alguien que quiere dedicarse a esta actividad?
Yo le diría que no lo dudara, que se lanzara. Cualquiera que se quiera dedicar a esto deberá saber que no es la ocupación mejor remunerada en el mundo del deporte, pero trabajar con niños, adolescentes o incluso con jugadores profesionales, es muy gratificante. Los resultados siempre son el fiel reflejo de lo que trabajamos en el día a día. Enseñamos valores, educación, a no rendirse, a seguir trabajando… Ciertamente, para mí, es el mejor trabajo al que podía dedicarme.
