“Lo importante es estar dispuesto a aprender”
Natural de Zaragoza, Irene es una camarera que se reconoce a sí misma como “bastante nómada”. A los 18 años su madre le aconsejó viajar a las Islas Canarias para buscar trabajo y desde entonces no ha parado de moverse. “Me encanta conocer lugares nuevos y experimentar el tiempo con sus gentes”, nos dice. En la actualidad reside en Dublín, disfrutando plenamente de los encantos de la capital irlandesa.
¿Hace cuánto tiempo y por qué decidiste ir a Dublín?
A Dublín me trasladé en 2006 para cambiar de aires y porque en España nunca llegaba a fin de mes. En un principio mi destino era Escocia pero me encontré en el camino a un buen amigo que me hizo cambiar de rumbo: Karl, un argentino que hasta ahora sigue también aquí en la ciudad y con quien nuestra amistad y proyectos continúan. En realidad casi ni sabía dónde quedaba en el mapa Dublín, hace 8 años no era tan visitado como ahora. Vinimos con poco dinero, nada de inglés y sin saber lo que nos íbamos a encontrar al bajar del avión.
¿Cómo describirías la ciudad y su gente?
Buf! La ciudad es pequeña, fría, gris y muy triste en invierno, pero lo que sucede en lugares como éste, al contrario que en sitios cálidos, es que las cosas ocurren puertas adentro. Y una vez que cruzas el umbral encuentras lugares increíbles con gente cálida y amable y música de una calidad asombrosa. Cuando sale el sol es tanto el placer que la gente muda de humor y de hábitos: se llenan los parques y se disfruta en un día lo que no se ha podido disfrutar en 100. Dublín es muy manejable, todo está a mano, buena línea de transporte y muchas, muchas bicicletas, cosa que a mi me encanta.
¿Cómo ha sido tu adaptación?
Yo me suelo adaptar bastante bien a los cambios, por así decirlo, han sido la sal de mi vida en estos últimos 16 años, pero tengo que reconocer que lo mas duro fue el principio. Había mucho trabajo, así que me llamaban para hacer muchas entrevistas, pero después de haber dejado el CV en diferentes lugares, no entendía nada al teléfono, un desastre. La búsqueda de vivienda era toda una odisea. Estuve compartiendo, con 7 personas más, un apartamento de 60 metros cuadrados durante 6 meses, durmiendo con colchones en el suelo. Pero el trabajo me brindó el equilibrio, ganaba más del doble que en España y con más días libres que allí; reconocían mi trabajo y estaba aprendiendo ingles. ¿Qué mas podía pedir?
¿Qué ha sido lo mejor y lo peor de tu experiencia hasta ahora?
Lo mejor a nivel personal es que me considero más tolerante, más humana; aunque también me he endurecido, será por el paso de los años. Cada persona que me he encontrado en el camino durante todo este tiempo me ha enseñado algo. Porque cuando estamos fuera de nuestro lugar de origen estamos más abiertos a todo, compartes muchas cosas con personas de otros lugares del mundo y de otras culturas. Siento mucho agradecimiento. Lo peor es el estar lejos de mis hermanos y mis padres, de la familia. Eso nunca se cura. Aunque estos últimos años estoy acompañada, no pasa ni un solo día en que no piense en ellos. Cada vez que vuelvo a España, en el avión, todavía me late el corazón con fuerza.
¿Recomendarías esta ciudad como sitio para ir a buscar empleo?
Absolutamente. Hay muchas oportunidades y al ser pequeña hay mas cercanía entre la gente. Puedes sentarte en un cafetería a tomarte un café una mañana y al día siguiente estar trabajando allí. Todo depende de lo abierto que estés al cambio. Además, aquí, aún se sigue conservando la costumbre de ir puerta por puerta a buscar trabajo. Cosa que a mí me encanta. El alojamiento es muy caro, pero cuando encuentras trabajo, la calidad de vida es muy buena. Y quiero decir que también hay oportunidades para todas esas personas que no acabaron sus estudios, que no tienen dos carreras y un montón de másters, que no se echen para atrás porque luego, en el camino, pueden formarse. Al final lo único que importa es que estés dispuesto a aprender nuevas cosas y que seas responsable en lo que haces; y sobre todo que disfrutes plenamente del momento.