“Al principio cuesta arrancar en un país que no es el tuyo, pero después de unos meses uno va enderezando su paso”
Lorena tenía 22 años cuando se enamoró de Venecia. Fue hasta la ciudad de los canales a hacer un Erasmus y supo que, algún día, tenía que volver. Tardó tres años en hacerlo y dos más en encontrar el trabajo de sus sueños en la Bienal de Arte, pero lo consiguió. Desde entonces, la joven disfruta cada momento de un lugar único, en el que se siente protegida y feliz.
¿Cuándo llegaste a Venecia? ¿Qué te llevó hasta allí?
Hace 8 años vine de Erasmus a la Accademia di Belle Arti, lo que me permitió conocer y vivir la ciudad como una veneciana más. Así fue como se produjo el primer flechazo, por lo que tres años después, cuando acabé la universidad, decidí volver para quedarme a vivir aquí y buscarme la vida. Estaba convencida de que, si quería conseguir trabajar en cualquier sector relacionado con el mundo del arte, éste era el lugar perfecto. También me fue de gran ayuda para instalarme un novio que tuve en aquella época, cuando los viajes en avión se convirtieron en rutina y en cada visita me fui dando cuenta de que me encontraba mejor aquí que en ningún sitio.
Dicen que Italia es un país parecido a España, pero Venecia es una ciudad muy particular. ¿Te adaptaste con facilidad a tu nueva vida? ¿Qué es lo que más te costó al principio?
Es muy fácil adaptarse a la vida veneciana. Tiene lo mejor y lo peor de una ciudad y un pueblo a la vez. El hecho de que la ciudad sea toda peatonal y no haya coches te permite vivirla en un modo particular y diferente. Por ejemplo, es una ciudad en la que se camina muchísimo, no hay sensación de prisa ni de caos, no hay contaminación lumínica ni sonora. Como no hay tráfico, nada de ruido de motores o sirenas. En un paseo se llega a todas partes y los atajos te permiten huir de los turistas. Es una ciudad onírica que te aísla un poco, te sientes protegido en cierta manera. Es como vivir en un cuadro de Canaletto. Cuando vas de aquí para allá en el trabajo, cuando vas en barca o, simplemente, volviendo de hacer la compra es muy fácil encontrar un momento para deleitarse: con la luz del atardecer, con el agua que corre bajo un puente, con los reflejos del agua… Es maravilloso vivir aquí.
Lo que más me costó en un principio quizás fuese el alto coste de la vida, tuve que compartir casa con cinco personas más, y mi trabajo en el restaurante fue muy duro. Muchas horas, un jefe un poco especial y un ritmo de vida desnaturalizado. No tenía tiempo para mí, para dedicarlo a hacer cosas que me daban satisfacción. Vivía muy cansada física y psicológicamente. Añado también el clima (es increíblemente insoportable la humedad en verano, con mosquitos tigre incluidos) y la hora del anochecer en invierno, en torno a las 16:30 en Diciembre.
¿Cómo encontraste trabajo allí?
Principalmente, gracias a la ayuda de unos amigos y diciéndoselo a todo el mundo que conocía. El boca a boca dio resultado y al final conseguí mi objetivo de trabajar en la Bienal de Arte, después de casi dos años de haberme instalado allí. En los dos años anteriores estuve trabajando en un restaurante veneciano, donde aprendí el dialecto y conocí a grandes personas y personajes. Aunque fue una etapa dura y difícil, nunca dejé de sentirme feliz por el simple hecho de vivir aquí.
Actualmente, ¿hay más o menos oportunidades laborales que cuando tú llegaste?
Actualmente hay las mismas oportunidades que antes, pero las condiciones son cada vez peores. Trabajos muy mal pagados, la mayoría sin contrato o con un tipo de contrato muy precario. Eso sí, en la mayoría de esos trabajos se requiere saber, como mínimo, tres idiomas, ya que la mayoría de oportunidades laborales vienen del sector turístico.
¿Qué es para ti lo mejor de vivir en Venecia? ¿Y lo peor?
Lo mejor de todo es el modo de vida de esta ciudad, el día a día. Venecia es tan particular que todo es diferente: el tiempo de ocio, el modo de salir, divertirse y socializarse… Es una ciudad muy activa culturalmente y hay innumerables eventos que pueden encontrarse cada semana. Hace poco me he inscrito a clases de “Voga Veneta”, un estilo de remo que sólo es posible aprender aquí y te permite explorar más a fondo los canales venecianos y otras islas abandonadas de la laguna.
Lo peor quizás sean las avalanchas de turistas, el calor en verano y lo caro que es todo si no te andas con ojo. Venecia se está destruyendo a sí misma y muchos venecianos huyen de aquí, la están convirtiendo en un parque temático donde están cerrando tiendas históricas para abrir otras de souvenirs. Es demoledor.
¿Te gustaría volver?
Sí y no. Volver a España sería como retroceder cinco escalones hacia abajo después de todo lo que me ha costado subir. Aquí he crecido mucho a nivel profesional y personal y he conseguido más de lo que me hubiese imaginado habiéndome quedado en España. Creo que también me resultaría difícil volver a una ciudad normal, por el tráfico y ajetreo del día a día. Quizás vuelva, pero cuando ya me esté haciendo mayor. Por el momento, con volver dos o tres veces al año me conformo.
A muchos jóvenes españoles les gustaría probar suerte en Italia ¿qué les recomendarías para cumplir su sueño?
Que sean valientes y que no se encierren en su zona de confort. Al principio cuesta arrancar en un país que no es el tuyo, pero después de unos meses uno va enderezando su paso poco a poco y comienza a crearse una vida propia y a su gusto, y esa es una satisfacción maravillosa que te hace crecer muchísimo y te quita miedos. Yo cogí aquel avión tan solo con una maleta y unos ahorrillos y jamás me arrepentiré de haber tenido el coraje de haber tomado esa decisión.
Cuando pienso ahora en esa época, creo que admiro muchísimo a aquel “Yo” de ese momento, solo por haber dado el paso para abrir una puerta a lo que después vendría. Pienso que siempre creí con convicción que todo cambio iría a mejor, y así resultó ser al final. Hoy en día estoy muy contenta, pero no me acomodo. Hay que seguir intentando conseguir lo que uno desea: un trabajo mejor, una vida agradable donde se compense tiempo para sí mismo y tiempo para trabajo. El no acomodarse con cualquier cosa sí que es una lucha difícil y constante. Cuando uno se encuentra mal o regular en un sitio, hay que cambiar, irse.