“La flexibilidad y la pasión son atributos muy valorados en Irlanda”
Hace ya seis años que Miguel Gil decidió emprender la aventura de vivir en un país extranjero. Optó por Irlanda, porque, según explica, se sentía “muy atraído por su cultura, paisajes y, sobre todo, su gente”. Este enfermero en excedencia que ahora ejerce de guía turístico, detalla en esta entrevista algunos de los secretos del pueblo irlandés, que destaca como “amistoso, divertido y acogedor”. Cuenta su aventura en el blog ‘Otra pinta please’, “una página en la que se tratan aspectos generales de la vida diaria en Irlanda haciendo especial hincapié en la cultura y la actualidad. También intenta modestamente servir de orientación tanto para los visitantes al país como para aquellos que ya están establecidos en él”.
¿Por qué y cuándo decidiste irte a Irlanda?
Llegué a mediados del 2009. Por aquel entonces atravesaba una etapa de mi vida en la que me vi necesitado de emprender nuevos desafíos y, tras una temporada ordenando ideas, decidí probar la experiencia de vivir en el extranjero. La elección de Irlanda como destino no fue casual ya que anteriormente había visitado el país en varias ocasiones y me sentía muy atraído por su cultura, paisajes y, sobre todo, por su gente.
¿Cómo fue tu adaptación?
Fue bastante rápida, la verdad. Inicié mi andadura irlandesa en una zona rural donde enseguida sentí el cariño de los vecinos. Además, tuve la suerte de hacer amigos fácilmente con lo que jamás me sentí desamparado, todo lo contrario. En asuntos burocráticos y gestiones, una vez salvada la barrera del idioma, tampoco encontré mayor problema.
¿Qué cosas te sorprendieron más del país?
Quizás debiera aprovechar la ocasión para desterrar algunos mitos asociados a Irlanda a los cuales, reconozco, yo también había prestado oídos antes de establecerme en el país: por un lado, la gastronomía es mejor y más variada de lo que mucha gente cree y, por otra parte, el clima. En Irlanda la lluvia está presente muy a menudo, eso es innegable, pero no tanto como se dice por ahí. Además, de vez en cuando también ‘sufrimos’ nuestras fugaces olas de calor. Dicho esto, este verano está siendo de locos, probablemente el más húmedo que recuerdo desde que llegué hace seis años.
¿A qué te dedicas en Irlanda?
Desde hace varios años trabajo como Guía Turístico Nacional. Requiere bastante responsabilidad y los que nos dedicamos a ello somos conscientes que muchas veces debemos desempeñar el oficio de “embajadores” ante los visitantes. En ese sentido, la exigencia siempre es máxima, pero también ofrece la oportunidad de viajar por toda la isla y conocerla mucho más en profundidad. En líneas generales es una labor muy gratificante. ¡No me quejo!
¿Qué es lo mejor del país?
Sin ninguna duda, la gente. Obviamente, como en todos los lados, hay excepciones, pero podría enumerar una lista inmensa de rasgos positivos. Por ejemplo, el pueblo irlandés es amistoso, divertido, acogedor, solidario, entusiasta y extraordinariamente creativo, por nombrar unos pocos calificativos. Destacaría su pasión por la música, la literatura, el cine, el teatro, el folklore y la cultura en general. También sobresale su capacidad de sacrificio para superar inconvenientes, ya fuesen calamidades sufridas en el pasado o la más reciente crisis financiera. En los últimos años percibo que la sociedad evoluciona a mejor, es una opinión personal, pero tengo la sensación de que en Irlanda se han olvidado de ciertos complejos y ahora muestran confianza en abrirse al mundo para adaptarse a los tiempos modernos y dejar así atrás episodios oscuros de otra época. Un último apunte sobre los irlandeses: muchos poseen un adorable toque de excentricidad (lo que a mí me viene como anillo al dedo para pasar desapercibido).
¿Qué consejo darías a alguien que piense en emigrar a Irlanda?
Si la intención es trabajar en Irlanda convendría no improvisar y dejarlo todo bien atado antes de dar el paso y, si esto no es posible, al menos, recopilar previamente información completa sobre el funcionamiento del país en cuestión laboral, sanitaria, legal, alquileres, etc. para minimizar los riesgos y que nadie se lleve ninguna sorpresa negativa. Ser realista de que la experiencia al principio puede no ser tan grata como uno espera, pero también estar preparado y mostrar fortaleza para no abandonar al primer obstáculo, ni al segundo tampoco. En este sentido sería aconsejable marcarse pequeños objetivos a corto plazo y no olvidar que la flexibilidad, la capacidad de adaptación y la pasión en el trabajo son atributos muy valorados en el mercado laboral irlandés. Si el idioma supone un escollo, es recomendable no mezclarse demasiado con otros hispanohablantes al menos durante los primeros meses. Esto último es más fácil decirlo que hacerlo, lo sé.
Un consejo final: cuidado, porque Irlanda es un país que seduce con facilidad y conozco de muchos –me incluyo entre ellos- que han desarrollado rápidamente vínculos muy sólidos con esta tierra y han acabado, casi sin querer, amándola tanto como al lugar en el que nacieron.