El nuevo contrato social de la COVID-19
Extender las protecciones sociales a los trabajadores que normalmente no las tienen no solo se trata de justicia social, sino también de una medida importante para la capacidad de recuperación de la economía. La crisis del Coronavirus ha hecho que se reaccione ante la necesidad de contar con un nuevo contrato social.
La pandemia del COVID-19 ha causado daños económicos sin parangón. La Eurozona está experimentando el mayor colapso de la actividad empresarial de su historia. Se espera que el PIB mundial caiga al menos medio por ciento. En el peor de los casos, hasta 25 millones de personas podrían quedar desempleadas con una pérdida de ingresos medida en billones.
<< Conoce ahora todas las empresas en las que puedes trabajar con Adecco >>
Esta crisis es inusual porque ha afectado tanto a la oferta como a la demanda. Las fábricas están cerradas, lo que afecta la productividad, y se les pide a los consumidores que permanezcan en sus casas, con efectos devastadores en los sectores de turismo, viajes, comercio minorista no alimentario, servicios, restaurantes, hoteles, eventos, ocio y construcción. Al mismo tiempo, nunca ha habido tanta demanda de personal de atención médica, especialistas sanitarios, médicos y enfermeras. Por su parte, la demanda de los consumidores está impulsando la creación de empleo en almacenes y tiendas de comestibles.
El efecto en las empresas y los trabajadores es profundo, y todavía es imposible ponerle una fecha final a esta crisis. Esta pandemia afecta la vida laboral de todos los trabajadores, independientemente del tipo de contrato que tenían antes de su irrupción. En consecuencia, esta situación ha llevado al surgimiento de medidas sin precedentes. Muchas de estas medidas complementarias ni siquiera se consideraban factibles hasta hace poco, y algunas de ellas inciden directamente en los puntos flojos del contrato social.
Considerando el nuevo contrato social
Algunas de las respuestas del gobierno a la pandemia son medidas claramente extraordinarias jamás vistas, o al menos no en esta escala. Hoy en día se aprecia que abordan las brechas en el contrato social actual, evidentes especialmente en los últimos años. De manera similar, la crisis del COVID-19 ha mostrada la importancia de la baja por enfermedad remunerada como medida de salid pública. También ayuda a proteger la continuidad de los negocios.
El acceso limitado a la protección social es un problema para todos los trabajadores. Especialmente aquellos empleados de la economía de plataformas.
Es posible que algunos de estos trabajadores no estén clasificados adecuadamente y, como resultado, se encuentren atrapados laboralmente. No solo están excluidos de los beneficios que generalmente disfrutan los empleados, sino que muchos de ellos también carecen de poder financiero para garantizar su propia atención sanitaria. Por su parte, los trabajadores clasificados “correctamente” pueden hacerlo sin problemas. Como resultado, se quedan sin protección, lo que se suma al dolor de no tener ningún ingreso.
En última instancia, lo que muestra esta pandemia es que proteger a los trabajadores no se trata solo de la equidad social sino también de proteger la economía en general. Asegurarse de que los trabajadores de todo tipo estén integrados en un marco de protección social puede ayudar a prevenir una cascada de incumplimientos en los pagos. A su vez, también podría reducir la caída de la demanda económica.
Medidas complementarias del Coronavirus
Una vez se haya superado la pandemia y se busque alcanzar la “nueva normalidad”, ¿se mantendrán vigentes estas medidas complementarias? Sabemos que la mayoría de los países han emitido apoyo como parte de los paquetes de respuesta frente al COVID-19. Pero, cuando se venza al virus, seguramente las ayudas se acaben.
¿Será ese el mejor camino? ¿Volverá el contrato social a cómo era antes? Si nos fijamos en la historia de la humanidad, muchas de las medidas adoptadas en otras crisis se han mantenido en el tiempo por la demanda de la población a los gobiernos.
La pandemia no tiene precedentes, pero no es el primer gran choque económico, ni siquiera la primera pandemia mundial, y seguramente no será la última. Estar mejor preparado para la próxima crisis significará aprender primero de ésta.
Podría significar reequilibrar nuestras prioridades. Lejos de percibir el trabajo y los trabajadores como una mercancía, se les brindará una mayor flexibilidad como estilo de vida. Evolucionaremos hacia sociedades más resistentes y sostenibles respaldadas por sistemas donde los trabajadores prosperan en un entorno de flexibilidad combinado con seguridad.
La única forma de conseguirlo es reescribiendo las obligaciones, las expectativas y los derechos de los trabajadores, las empresas y los gobiernos. Es decir, convertir en “lo normal” un nuevo contrato social.