¿Es bueno competir en el trabajo?
En el entorno laboral, la mejor forma de canalizar nuestras potencialidades de manera productiva es encontrando un equilibrio entre el competir y el colaborar. En esta línea, hoy hablaremos de un entorno de competición laboral.
En primer lugar, hay que tener en cuenta que nuestra personalidad influye mucho en el modo en el que nos posicionamos frente a los demás. Existen personas a quienes les encanta competir y que en todo momento encontrarán un motivo para desafiarse a sí mismos y desafiar a los demás. En cambio, otras personas procuran crear un ámbito laboral más armonioso y establecer vínculos de colaboración con sus compañeros. Y entre ambos extremos es posible también establecer relaciones intermedias.
Vale decir que cuando hablamos de competir no necesariamente significa enfrentarnos a otros a quienes debamos considerar “rivales”. También es posible -y mucho más positivo- competir con uno mismo. Establecer metas e inspirarse en los compañeros de trabajo para ser cada día un poco mejor.
La competición bien entendida nos ayuda a superarnos y mejorar nuestras habilidades Share on XSiempre habrá alguien que tendrá mejor desempeño que nosotros en algún área, pero, en lugar de competir con esa persona y quizás despertar sentimientos negativos hacia ella, es posible también considerarla como un modelo a seguir –al menos en ese aspecto en el que se destaca- e intentar alcanzar parámetros de desempeño similares a los suyos.
Compararse continuamente con otros puede provocar infelicidad y mucho estrés; en cambio, contar con la colaboración de los compañeros y sentirse parte de un equipo que persigue un mismo objetivo, genera sentimientos mucho más positivos de pertenencia y seguridad.
La competición laboral bien entendida ayuda a desarrollar el instinto de auto-superación y mejorar nuestras habilidades y destrezas. Sin embargo, tomada en un sentido extremo, puede ser muy perjudicial, generando sentimientos negativos para con nuestros compañeros y llevándonos a actuar en detrimento de los objetivos grupales.
La clave para una sana competición laboral es desafiarnos para ser cada día un poco mejores, aprovechando a nuestros compañeros como fuente de inspiración y no para ubicarlos como enemigos. Competir y colaborar pueden ir de la mano y transformar nuestro ámbito de trabajo en un entorno de desafíos saludables y relaciones gratificantes.