Compartir, intercambiar, prestar… el nuevo consumo
En 2007, el consultor Ray Algar publicó en el boletín Leisure Report Journal un artículo titulado Consumo colaborativo (Collaborative Consume). Albar recuperaba así un término que ya había aparecido en un artículo publicado en American Behavioral Scientist en 1978 escrito por Marcus Felson and Joe L. Speath.
Por otra parte, en 2011 la revista Time consideró el consumo colaborativo una de las diez ideas que cambiarían el mundo. ¿Por qué la revista Time le concedió tanta importancia? Porque el término habla de un sistema económico en el que el dinero no es imprescindible para poder disfrutar de servicios o productos y eso supone una revolución respecto al sistema utilizado hasta el momento. El consumo colaborativo (o economía colaborativa) incluye verbos como compartir, intercambiar o prestar, y no a los tradicionales comprar o vender. Se trata de un sistema más sostenible, puesto que también se basa en el reaprovechamiento de los bienes.
Es cierto que no es un concepto nuevo, pero sí que ha supuesto un cambio de modelo en pleno siglo XXI. Las nuevas tecnologías han jugado un papel fundamental, ya que permiten que los diferentes agentes del consumo colaborativo puedan estar en contacto de forma más fácil. Además, gracias a las nuevas tecnologías, también se crean redes de consumo colaborativo en el que existen perfiles que se valoran y puntúan, generando confianza entre los consumidores.
Son ejemplos de consumo colaborativo las redes para compartir vehículo, las plataformas de intercambio de productos, los bancos de tiempo o las comunidades de viajeros que abren las puertas de sus hogares a otros viajeros.
Las empresas han aplicado el modelo del consumo colaborativo a través de conceptos como el coworking, en las que autónomos o pequeñas empresas comparten un mismo espacio (sea físico o virtual) y desarrollan proyectos conjuntos, además de fomentar las sinergias entre los profesionales.
También forma parte del consumo colaborativo el crowdfunding, en el que los emprendedores consiguen la financiación necesaria para sus proyectos a través de microdonaciones de decenas de mecenas.